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Gedicht

Washington Cucurto

33 Years Old

Upon my arrival in Stuttgart, sad news:
a strong young man, supermarket worker
killed himself going to buy things at a supermarket.
I’m 33 and I know that he was too
and will be, eternally . . . 
33 years old was the Mexican poet who killed himself
on the road from Bari to Brindisi, going to board
a boat bound for Greece.
We all die a little at 33 . . . 
While the funeral procession of the wind strikes
the windows, the nights, the days
making us remember our childhood, something tells us,
that one day He will come.
The wind opens the windows with gloves of dead leaves.
The young man died and now I occupy his room
and I’m afraid because I’m the same age he was.
In this room I have two windows:
one looks out on a strange castle full of tourists and the other
on a forest. Beautiful at dawn and fearsome at night.
I am so close to both windows! One on the old world,
the other on the wild.
Both worlds call to me, they strike at my window at every moment
and they will keep going until the end of days.
The young man died headed for the supermarket . . . 
At 33 . . . 
I open the window to listen to the sound of the forest, the colors
threading into the dark sky. Smell of a kerosene heater
going in the depths of chest. It’s the forest’s heart!
I never lived close to a forest.
And I think I haven’t even ever seen one.
This is a beautiful, strong, tall, friendly forest . . .
That is 33 years old . . .

33 años

33 años

Al llegar a Stuttgart, una triste noticia:
un muchacho fuerte, trabajador de un supermercado,
se mató yendo a comprar cosas a un supermercado.
Yo tengo 33 años y sé que él también
los tenía y los tendrá eternamente…
33 años tenía el poeta mejicano que se mató
en la ruta de Bari a Brindisi para embarcarse
en un buque hacia Grecia.
Todos morimos un poco a los 33…
Mientras el cortejo fúnebre del viento golpea
las ventanas y las noches y los días
para vivir en nuestra infancia, algo nos anuncia
que un día vendrá él.
El viento con guantes de hojarascas abre las ventanas.
El muchacho murió y yo ocupo su cuarto
y tengo miedo porque tengo su misma edad.
En este cuarto tengo dos ventanas:
una da a un extraño castillo lleno de turistas y la otra
a un bosque hermoso al amanecer y tenebroso a la noche.
¡Estoy tan cerca de ambas ventanas, en una está el mundo
Antiguo y en la otra el mundo salvaje!
Los dos mundos me llaman, golpean a mi ventana a cada minuto
y así lo harán durante el resto de los días.
El muchacho ha muerto yendo para el supermercado…
A los 33…
Abro la ventana para escuchar el ruido del bosque, los colores
refucílan en el cielo oscuro, un olor de calentador
a kerosene encendido en medio del pecho. ¡Es el corazón del bosque!
Nunca viví cerca de un bosque.
Y creo que tampoco jamás vi uno.
Esto es un bosque hermoso, fuerte, alto, simpático…
De 33 años…
Washington Cucurto

Washington Cucurto

(Argentinië, 1973)

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33 años

Al llegar a Stuttgart, una triste noticia:
un muchacho fuerte, trabajador de un supermercado,
se mató yendo a comprar cosas a un supermercado.
Yo tengo 33 años y sé que él también
los tenía y los tendrá eternamente…
33 años tenía el poeta mejicano que se mató
en la ruta de Bari a Brindisi para embarcarse
en un buque hacia Grecia.
Todos morimos un poco a los 33…
Mientras el cortejo fúnebre del viento golpea
las ventanas y las noches y los días
para vivir en nuestra infancia, algo nos anuncia
que un día vendrá él.
El viento con guantes de hojarascas abre las ventanas.
El muchacho murió y yo ocupo su cuarto
y tengo miedo porque tengo su misma edad.
En este cuarto tengo dos ventanas:
una da a un extraño castillo lleno de turistas y la otra
a un bosque hermoso al amanecer y tenebroso a la noche.
¡Estoy tan cerca de ambas ventanas, en una está el mundo
Antiguo y en la otra el mundo salvaje!
Los dos mundos me llaman, golpean a mi ventana a cada minuto
y así lo harán durante el resto de los días.
El muchacho ha muerto yendo para el supermercado…
A los 33…
Abro la ventana para escuchar el ruido del bosque, los colores
refucílan en el cielo oscuro, un olor de calentador
a kerosene encendido en medio del pecho. ¡Es el corazón del bosque!
Nunca viví cerca de un bosque.
Y creo que tampoco jamás vi uno.
Esto es un bosque hermoso, fuerte, alto, simpático…
De 33 años…

33 Years Old

Upon my arrival in Stuttgart, sad news:
a strong young man, supermarket worker
killed himself going to buy things at a supermarket.
I’m 33 and I know that he was too
and will be, eternally . . . 
33 years old was the Mexican poet who killed himself
on the road from Bari to Brindisi, going to board
a boat bound for Greece.
We all die a little at 33 . . . 
While the funeral procession of the wind strikes
the windows, the nights, the days
making us remember our childhood, something tells us,
that one day He will come.
The wind opens the windows with gloves of dead leaves.
The young man died and now I occupy his room
and I’m afraid because I’m the same age he was.
In this room I have two windows:
one looks out on a strange castle full of tourists and the other
on a forest. Beautiful at dawn and fearsome at night.
I am so close to both windows! One on the old world,
the other on the wild.
Both worlds call to me, they strike at my window at every moment
and they will keep going until the end of days.
The young man died headed for the supermarket . . . 
At 33 . . . 
I open the window to listen to the sound of the forest, the colors
threading into the dark sky. Smell of a kerosene heater
going in the depths of chest. It’s the forest’s heart!
I never lived close to a forest.
And I think I haven’t even ever seen one.
This is a beautiful, strong, tall, friendly forest . . .
That is 33 years old . . .
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