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Gedicht

Rafael Alcides

MERCY

Where is this wind coming from,
smelling like prisons and cemeteries, hospital ashes
and misery? Who sends it? What does he want from us?
Go away, wind of misfortune,
get away from my paintings, my lamps, my papers,
don't rattle my pots and pans.
But he doesn't hear or listen.
Look, Lord, how he takes the sea from the sea
and brings it to my front door.
Watch him do and undo as if he were the sun,
the four seasons, the rose of the winds,
the reason for harvests, the world's intimate truth.

Watch him lit up by lightning flashes
as he shears off the roof across the street,
then a tree that grew by the sidewalk.
Look, there goes a power line followed
by two slabs of zinc turning like killer propellers,
ghastly guillotines in search of heads.
There are no doors or windows left.
To cast off on a rescue boat
would be an act of suicide right now.
Besides, who would think of rescuing
when they themselves need to be rescued?
And the sea keeps rising, Lord,
and the sky is darkening.

Stop, oh, malevolent wind. Go back, you wicked one.
This is the Poet's house,
d
on't underestimate it, or awaken the anger
of that solitary being who seems so fragile.
(So there would never be room for forgetting
on this earth, God created the Poet, don't you forget,
and don't forget the Poet speaks to God
and God listens intently.)

Stop him, oh Lord,
don't let the wind complete the disaster;
don't let him destroy the Poet's house
and leave it adrift in the current
like a runaway ship or a clandestine boat.
Using rolled up sheets and towels,
the Poet is already tying himself
to his wife and children like a bundle
of wheat or tobacco. Under the deafening noise
and the groan of the roof, we remain in this town,
oh Lord, waiting for you:
                   trapped, isolated,
                   without telephone or light...

MISERICORDIA

MISERICORDIA

¿De dónde viene, quién lo manda, qué busca
entre nosotros este viento con olor a presidio
y a cementerio, a ceniza de hospitales y a miseria?
Retírate, oh viento de la desgracia,
respeta mis cuadros, mis lámparas, mis papeles,
deja en paz mis cacharros de cocina.
Pero él no oye, no escucha.
Míralo, Señor, sacar el mar del mar
y traerlo hasta la puerta de mi casa.
Míralo hacer y deshacer como si él fuera el sol,
las cuatro estaciones, la rosa de los vientos,
la razón de las cosechas, la verdad íntima de los mundos.

A la luz del rayo y la centella,
míralo levantar el tejado de enfrente,
luego un árbol que resistía en la acera,
ahí va un tendido eléctrico seguido por dos hojas
de zinc girando como hélices funestas,
como guillotinas monstruosas buscando cabezas.
Ya no queda ni una puerta ni una ventana.
Más que tarea de salvamento,
echar un bote a la calle en estas circunstancias
sería un suicidio; ¿y quién, por otro lado,
pensaría en salir a rescatar a quien,
estando él mismo por ser rescatado? Y sigue
el mar subiendo de nivel, Señor, y sigue
el cielo oscurenciéndose.

Detente, oh viento canalla; atrás, perverso.
Esta es la casa del Poeta,
no la subestimes, ni convoques
la ira de ese ser solitario
que tan frágil parece.
(Para que jamás bajo el cielo tuviera lugar el olvido,
creó Dios al Poeta, no lo olvides, ni olvides
que el Poeta habla con Dios, y Dios
pensativo lo escucha.)

                                       Detenlo,
no le permitas, oh, Señor, completar el desastre:
no le dejes arrancar la casa del Poeta
y dejarla a la deriva en la corriente
como los barcos del que huye, del que se marcha
clandestino. Igual que trigo o tabaco en gavillas,
utilizando sábanas y toallas enrolladas
ya ha comenzado el Poeta a atarse con su mujer
y sus hijos, y bajo el ruido devastador
y el crujir del techo, seguimos en este pueblo,
oh Señor, aguardando por ti:
                         atrapados, incomunicados,
sin teléfono, sin luz...

Rafael Alcides

Rafael Alcides

(Cuba, 1933 - 2018)

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MISERICORDIA

¿De dónde viene, quién lo manda, qué busca
entre nosotros este viento con olor a presidio
y a cementerio, a ceniza de hospitales y a miseria?
Retírate, oh viento de la desgracia,
respeta mis cuadros, mis lámparas, mis papeles,
deja en paz mis cacharros de cocina.
Pero él no oye, no escucha.
Míralo, Señor, sacar el mar del mar
y traerlo hasta la puerta de mi casa.
Míralo hacer y deshacer como si él fuera el sol,
las cuatro estaciones, la rosa de los vientos,
la razón de las cosechas, la verdad íntima de los mundos.

A la luz del rayo y la centella,
míralo levantar el tejado de enfrente,
luego un árbol que resistía en la acera,
ahí va un tendido eléctrico seguido por dos hojas
de zinc girando como hélices funestas,
como guillotinas monstruosas buscando cabezas.
Ya no queda ni una puerta ni una ventana.
Más que tarea de salvamento,
echar un bote a la calle en estas circunstancias
sería un suicidio; ¿y quién, por otro lado,
pensaría en salir a rescatar a quien,
estando él mismo por ser rescatado? Y sigue
el mar subiendo de nivel, Señor, y sigue
el cielo oscurenciéndose.

Detente, oh viento canalla; atrás, perverso.
Esta es la casa del Poeta,
no la subestimes, ni convoques
la ira de ese ser solitario
que tan frágil parece.
(Para que jamás bajo el cielo tuviera lugar el olvido,
creó Dios al Poeta, no lo olvides, ni olvides
que el Poeta habla con Dios, y Dios
pensativo lo escucha.)

                                       Detenlo,
no le permitas, oh, Señor, completar el desastre:
no le dejes arrancar la casa del Poeta
y dejarla a la deriva en la corriente
como los barcos del que huye, del que se marcha
clandestino. Igual que trigo o tabaco en gavillas,
utilizando sábanas y toallas enrolladas
ya ha comenzado el Poeta a atarse con su mujer
y sus hijos, y bajo el ruido devastador
y el crujir del techo, seguimos en este pueblo,
oh Señor, aguardando por ti:
                         atrapados, incomunicados,
sin teléfono, sin luz...

MERCY

Where is this wind coming from,
smelling like prisons and cemeteries, hospital ashes
and misery? Who sends it? What does he want from us?
Go away, wind of misfortune,
get away from my paintings, my lamps, my papers,
don't rattle my pots and pans.
But he doesn't hear or listen.
Look, Lord, how he takes the sea from the sea
and brings it to my front door.
Watch him do and undo as if he were the sun,
the four seasons, the rose of the winds,
the reason for harvests, the world's intimate truth.

Watch him lit up by lightning flashes
as he shears off the roof across the street,
then a tree that grew by the sidewalk.
Look, there goes a power line followed
by two slabs of zinc turning like killer propellers,
ghastly guillotines in search of heads.
There are no doors or windows left.
To cast off on a rescue boat
would be an act of suicide right now.
Besides, who would think of rescuing
when they themselves need to be rescued?
And the sea keeps rising, Lord,
and the sky is darkening.

Stop, oh, malevolent wind. Go back, you wicked one.
This is the Poet's house,
d
on't underestimate it, or awaken the anger
of that solitary being who seems so fragile.
(So there would never be room for forgetting
on this earth, God created the Poet, don't you forget,
and don't forget the Poet speaks to God
and God listens intently.)

Stop him, oh Lord,
don't let the wind complete the disaster;
don't let him destroy the Poet's house
and leave it adrift in the current
like a runaway ship or a clandestine boat.
Using rolled up sheets and towels,
the Poet is already tying himself
to his wife and children like a bundle
of wheat or tobacco. Under the deafening noise
and the groan of the roof, we remain in this town,
oh Lord, waiting for you:
                   trapped, isolated,
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