Fernando Denis
Deniseus
While time moderates the tone of faces,
Oh, brother of fire, Oh Turner, you who dream
Under the tempest,
Let your spirit pour forth fire in our words.
The sun is a god, you said to the tough winters of England.
For centuries we were assiduous craftsmen of air,
For years the air was our kingdom.
Our memory has resisted so long
To invent the most beautiful dream in the world:
It tells the story of other beings who came first,
Radiant beings, of strange colors, eaters of algae,
Who came from the sky, or perhaps from the oracular
Brushes of Leonora Carrington.
Traveling through the interminable veins of time
We read red verses under a bronze mist,
Because those verses resembled her.
And the seas burning in her eternal substance without origin,
While we took shelter in a summer invented by trees
Devourers of birds,
With an ancient name night fell.
There we dreamt about the swamp, with its goblins of mire,
The color of its waters the same as that of the manatee’s dream.
Trunks of trees looking like heads of reindeers spread horror
With their white screams in the shadows.
The sensitive alcohol gave the moon its roundness,
Little by little.
A ferrous noise was transformed in the horizon,
A luminous creaking grew on the canvas,
Drunk with rain, vapor and velocity.
One of us said:
It is the train of the mind. There she goes.
Already with the sunrise crammed with signs,
Saturated by beauty and candid splendor
We knew that love was in us,
That it was our incredible metaphor.
We found it in a gigantic city
Under the gold of the afternoon, near a garden
That was a paved dream of colors.
She, bewitched by the brushes,
Maiden of the train no one has seen,
Fond of the light of bonfires,
Her eyes full of colors to illumine a verse by Dante,
Her eyes drawing the amazement with sensual timidity.
Then she spoke disdainfully:
Why have they come to look for me now that with beautiful
Sparkles I have set up my fervent theater of colors
So that all shall dream about me?
Under that voice without mirrors many forgot their crowns.
We are sick with vertigo — I said to her —
We have in our body an abyss of light
From the bottom of which something marvelous stalks us
We shall die if our sunset is not touched by your sunrise.
That is why the deserts now roar,
That is why, on the Thames, she’s asleep
In the sunset of your brushes,
And we still burn in the fire of her eyes.
Deniseos
Deniseos
Mientras el tiempo modera el tono de los rostros,Oh hermano del fuego, Oh Turner, tú que sueñas
Bajo la tormenta,
Deja que tu espíritu haga brotar llamas en nuestras palabras.
El sol es un dios, dijiste a los duros inviernos de Inglaterra.
Durante siglos fuimos asiduos obreros del aire,
Durante años el aire fue nuestro reino.
Tanto ha resistido nuestra memoria
Para inventar el sueño más hermoso del mundo
Cuenta la historia que otros seres llegaron primero,
Seres radiantes, de colores extraños, comedores de algas,
Que venían del cielo o tal vez de los agoreros
Pinceles de Leonora Carrington.
Viajando por las venas interminables del tiempo
Leímos versos rojos bajo una neblina de bronce,
Porque esos versos se parecían a ella.
Y en su eterna sustancia sin orígenes ardiendo los mares
Mientras nos amparamos en un verano que inventaron los árboles
Devoradores de pájaros.
Con nombre antiguo llegó la noche.
Allí soñamos con la ciénaga, con sus duendes de barro,
El color de sus aguas que es el mismo color del sueño del manatí.
Troncos que parecían cabezas de renos horrorizaban
Con sus gritos blancos en la sombra.
El alcohol sensitivo le dio redondez a la luna,
Poco a poco.
Un ruido férreo se traducía en el horizonte,
Un traqueteo luminoso crecía en el lienzo,
Ebrio de lluvia, vapor y velocidad.
Uno de nosotros dijo:
Es el tren de la mente. Ahí va ella.
Ya con el alba atiborrada de signos,
Impregnados de belleza y cándido esplendor
Supimos que el amor estaba en nosotros,
Que eran nuestras todas sus increíbles metáforas.
La hallamos en una gigantesca ciudad,
Bajo el oro de la tarde, junto a un jardín
Que era un empedrado sueño de colores.
Ella, la encantada por los pinceles,
La doncella del tren que nadie ha visto,
La aficionada a la luz de las hogueras,
Los ojos llenos de colores para iluminar un verso de Dante,
Los ojos dibujando el asombro con sensual timidez.
Entonces habló deseñosa:
¿Por qué han venido a buscarme ahora que con hermosos
Destellos he levantado mi fervoroso teatro de colores
Para que todos sueñen conmigo?
Bajo es voz sin espejos muchos novios olvidaron sus coronas.
Estamos enfermos de vértigo — le dije — ,
Tenemos en el cuerpo un abismo de luz
Desde cuyo fondo algo maravilloso nos acecha.
Moriremos si nuestro crepúsculo no es tocado por tu aurora.
Por eso es que ahora braman los desiertos,
Por eso ahora, sobre el Támesis, ella está dormida
En el crepúsculo de tus pinceles
Y nosotros aún ardemos en el fuego de sus ojos.
From: El vino rojo de las sílabas
Publisher: Editorial La Serpiente Emplumada, Tortuga Ediciones, Bogotá
Deniseos
Mientras el tiempo modera el tono de los rostros,Oh hermano del fuego, Oh Turner, tú que sueñas
Bajo la tormenta,
Deja que tu espíritu haga brotar llamas en nuestras palabras.
El sol es un dios, dijiste a los duros inviernos de Inglaterra.
Durante siglos fuimos asiduos obreros del aire,
Durante años el aire fue nuestro reino.
Tanto ha resistido nuestra memoria
Para inventar el sueño más hermoso del mundo
Cuenta la historia que otros seres llegaron primero,
Seres radiantes, de colores extraños, comedores de algas,
Que venían del cielo o tal vez de los agoreros
Pinceles de Leonora Carrington.
Viajando por las venas interminables del tiempo
Leímos versos rojos bajo una neblina de bronce,
Porque esos versos se parecían a ella.
Y en su eterna sustancia sin orígenes ardiendo los mares
Mientras nos amparamos en un verano que inventaron los árboles
Devoradores de pájaros.
Con nombre antiguo llegó la noche.
Allí soñamos con la ciénaga, con sus duendes de barro,
El color de sus aguas que es el mismo color del sueño del manatí.
Troncos que parecían cabezas de renos horrorizaban
Con sus gritos blancos en la sombra.
El alcohol sensitivo le dio redondez a la luna,
Poco a poco.
Un ruido férreo se traducía en el horizonte,
Un traqueteo luminoso crecía en el lienzo,
Ebrio de lluvia, vapor y velocidad.
Uno de nosotros dijo:
Es el tren de la mente. Ahí va ella.
Ya con el alba atiborrada de signos,
Impregnados de belleza y cándido esplendor
Supimos que el amor estaba en nosotros,
Que eran nuestras todas sus increíbles metáforas.
La hallamos en una gigantesca ciudad,
Bajo el oro de la tarde, junto a un jardín
Que era un empedrado sueño de colores.
Ella, la encantada por los pinceles,
La doncella del tren que nadie ha visto,
La aficionada a la luz de las hogueras,
Los ojos llenos de colores para iluminar un verso de Dante,
Los ojos dibujando el asombro con sensual timidez.
Entonces habló deseñosa:
¿Por qué han venido a buscarme ahora que con hermosos
Destellos he levantado mi fervoroso teatro de colores
Para que todos sueñen conmigo?
Bajo es voz sin espejos muchos novios olvidaron sus coronas.
Estamos enfermos de vértigo — le dije — ,
Tenemos en el cuerpo un abismo de luz
Desde cuyo fondo algo maravilloso nos acecha.
Moriremos si nuestro crepúsculo no es tocado por tu aurora.
Por eso es que ahora braman los desiertos,
Por eso ahora, sobre el Támesis, ella está dormida
En el crepúsculo de tus pinceles
Y nosotros aún ardemos en el fuego de sus ojos.
Deniseus
While time moderates the tone of faces,
Oh, brother of fire, Oh Turner, you who dream
Under the tempest,
Let your spirit pour forth fire in our words.
The sun is a god, you said to the tough winters of England.
For centuries we were assiduous craftsmen of air,
For years the air was our kingdom.
Our memory has resisted so long
To invent the most beautiful dream in the world:
It tells the story of other beings who came first,
Radiant beings, of strange colors, eaters of algae,
Who came from the sky, or perhaps from the oracular
Brushes of Leonora Carrington.
Traveling through the interminable veins of time
We read red verses under a bronze mist,
Because those verses resembled her.
And the seas burning in her eternal substance without origin,
While we took shelter in a summer invented by trees
Devourers of birds,
With an ancient name night fell.
There we dreamt about the swamp, with its goblins of mire,
The color of its waters the same as that of the manatee’s dream.
Trunks of trees looking like heads of reindeers spread horror
With their white screams in the shadows.
The sensitive alcohol gave the moon its roundness,
Little by little.
A ferrous noise was transformed in the horizon,
A luminous creaking grew on the canvas,
Drunk with rain, vapor and velocity.
One of us said:
It is the train of the mind. There she goes.
Already with the sunrise crammed with signs,
Saturated by beauty and candid splendor
We knew that love was in us,
That it was our incredible metaphor.
We found it in a gigantic city
Under the gold of the afternoon, near a garden
That was a paved dream of colors.
She, bewitched by the brushes,
Maiden of the train no one has seen,
Fond of the light of bonfires,
Her eyes full of colors to illumine a verse by Dante,
Her eyes drawing the amazement with sensual timidity.
Then she spoke disdainfully:
Why have they come to look for me now that with beautiful
Sparkles I have set up my fervent theater of colors
So that all shall dream about me?
Under that voice without mirrors many forgot their crowns.
We are sick with vertigo — I said to her —
We have in our body an abyss of light
From the bottom of which something marvelous stalks us
We shall die if our sunset is not touched by your sunrise.
That is why the deserts now roar,
That is why, on the Thames, she’s asleep
In the sunset of your brushes,
And we still burn in the fire of her eyes.