Gedicht
Fernando Denis
She
The red centaur of the golden horns grows,Bloody clouds burn the copper massif.
The sea smothers the interminable dream, it wounds the flood
With wicked splendors.
The sunset already asserts itself, like a miracle, and weakens
The solitude of postcards.
The savage wing among the branches
Stops its flight with wild violets,
Then the distant pupil of the eye attempts its return.
Incessant in the secret words that time
Will engrave on the stone or on the snow,
The sunset is a god of gold in a dark world,
I open my eyes and the desert roars
From its magnificent sands.
I am not the sunset, but its splendor is in me.
On the gray grass gigantic towers rise,
The sea lights up its stained-glass windows.
On the burning walls the color of my eyes ascends,
The horizon trembles on the yellow marble like the locks
Of a woman,
It mists up with splendor the mirrors and the sturdy
Trees with their ancient songs in their branches.
Who can be more happy at this time when the sky sleeps
And dreams about magicians and tales of miracles?
From the ashes of the afternoon tigers are reborn
That die when night comes, their eyes fixed on the sea.
Look at the landscape where one day you’ll die,
Under this glare of a hundred swords you will find
The last face,
The terrible colors, the infinite beauty of the dreams
Of those who do not dream, dispersed on the beaches,
And you will see my lit-up face
And you will love my music,
And you will put this flower of fire on your breast.
Mortal lips will say your name with brilliance
In the words, William Turner.
© Translation: 2008, Nicolás Suescún
Ella
Ella
Crece el rojo centauro de cuernos de oro,Nubes sangrientas queman el cobre macizo de las montañas.
El mar sofoca el sueño interminable, hiere la niebla
Con malvados esplendores.
El ocaso ya se impone, como un milagro, y enferma
La soledad de las postalels.
El ala salvaje entre las ramas
Rompe su vuelo con violeta salvaje,
La pupila distante entonces intenta su regreso.
Incesante en las secretas palabras que el tiempo
Acuñara en la piedra o en la nieve,
El crepúsculo es un dios de oro en un mundo oscuro.
Yo abro los ojos y brama el desierto
Desde sus magníficas arenas.
Yo no soy el crepúsculo, pero en mí está su esplendor.
Sobre la hierba gris se elevan torres gigantescas.
El mar enciende sus vitrales.
Por las paredes ardientes sube el color de mis ojos,
Tiembla el horizonte sobre el mármol amarillo como la cabellera
De una mujer,
Empaña de esplendor los espejos y los recios
Árboles con sus antiguos cantos en las ramas.
¿Quién puede ser más feliz a esta hora en que duerme el cielo
Y sueña con magos y milagrerías?
De entre las cenizas de la tarde renacen tigres
Que al llegar la noche mueren con los ojos fijos en el mar.
Mira el paisaje donde habrás de morir un día,
Bajo este resplandor de cien espadas hallarás
El último rostro,
Los terribles colores, la hermosura infinita de los sueños
De aquellos que no sueñan, dispersa por las playas,
Y verás mi rostro encendido
Y amarás mi música
Y colocarás esta flor de fuego en tu pecho.
Los labios mortales dirán tu nombre con fulgor
En las palabras, William Turner.
© 2007, Fernando Denis
From: El vino rojo de las sílabas
Publisher: Editorial La Serpiente Emplumada, Tortuga Ediciones, Bogotá
From: El vino rojo de las sílabas
Publisher: Editorial La Serpiente Emplumada, Tortuga Ediciones, Bogotá
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Ella
Crece el rojo centauro de cuernos de oro,Nubes sangrientas queman el cobre macizo de las montañas.
El mar sofoca el sueño interminable, hiere la niebla
Con malvados esplendores.
El ocaso ya se impone, como un milagro, y enferma
La soledad de las postalels.
El ala salvaje entre las ramas
Rompe su vuelo con violeta salvaje,
La pupila distante entonces intenta su regreso.
Incesante en las secretas palabras que el tiempo
Acuñara en la piedra o en la nieve,
El crepúsculo es un dios de oro en un mundo oscuro.
Yo abro los ojos y brama el desierto
Desde sus magníficas arenas.
Yo no soy el crepúsculo, pero en mí está su esplendor.
Sobre la hierba gris se elevan torres gigantescas.
El mar enciende sus vitrales.
Por las paredes ardientes sube el color de mis ojos,
Tiembla el horizonte sobre el mármol amarillo como la cabellera
De una mujer,
Empaña de esplendor los espejos y los recios
Árboles con sus antiguos cantos en las ramas.
¿Quién puede ser más feliz a esta hora en que duerme el cielo
Y sueña con magos y milagrerías?
De entre las cenizas de la tarde renacen tigres
Que al llegar la noche mueren con los ojos fijos en el mar.
Mira el paisaje donde habrás de morir un día,
Bajo este resplandor de cien espadas hallarás
El último rostro,
Los terribles colores, la hermosura infinita de los sueños
De aquellos que no sueñan, dispersa por las playas,
Y verás mi rostro encendido
Y amarás mi música
Y colocarás esta flor de fuego en tu pecho.
Los labios mortales dirán tu nombre con fulgor
En las palabras, William Turner.
From: El vino rojo de las sílabas
She
The red centaur of the golden horns grows,Bloody clouds burn the copper massif.
The sea smothers the interminable dream, it wounds the flood
With wicked splendors.
The sunset already asserts itself, like a miracle, and weakens
The solitude of postcards.
The savage wing among the branches
Stops its flight with wild violets,
Then the distant pupil of the eye attempts its return.
Incessant in the secret words that time
Will engrave on the stone or on the snow,
The sunset is a god of gold in a dark world,
I open my eyes and the desert roars
From its magnificent sands.
I am not the sunset, but its splendor is in me.
On the gray grass gigantic towers rise,
The sea lights up its stained-glass windows.
On the burning walls the color of my eyes ascends,
The horizon trembles on the yellow marble like the locks
Of a woman,
It mists up with splendor the mirrors and the sturdy
Trees with their ancient songs in their branches.
Who can be more happy at this time when the sky sleeps
And dreams about magicians and tales of miracles?
From the ashes of the afternoon tigers are reborn
That die when night comes, their eyes fixed on the sea.
Look at the landscape where one day you’ll die,
Under this glare of a hundred swords you will find
The last face,
The terrible colors, the infinite beauty of the dreams
Of those who do not dream, dispersed on the beaches,
And you will see my lit-up face
And you will love my music,
And you will put this flower of fire on your breast.
Mortal lips will say your name with brilliance
In the words, William Turner.
© 2008, Nicolás Suescún
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