Gedicht
Andrea Cote
THE STONE HOUSE
It was commonand dull
and peeved
that gesture
with which we turned our backs to the stone house of my father
to wave flowery skirts
of light
in our dried up port.
For the first time
and without a nurse
we skirted the arcade of the afternoon,
all of that not to see
the hands of stone of my father,
darkening everything,
grasping everything,
his words of stone
and hail
raining on the garden of the drought.
And we running away toward whitened streets
and the noon time show
and they repeating
in the door of stone:
fourteen years old,
short skirts,
red unused shoes.
We were eager for music
and splendor
and juggling,
facing the shiny sidewalk,
before we stayed put
and voiceless
to see the desolate print,
the ruins.
For it is the silence
and not the bustle of the days
that goes through.
The silence,
which is thirty two coffins
empty and white.
© Translation: 2005, Nicolás Suescún
CASA DE PIEDRA
CASA DE PIEDRA
Era corrientey deslucido
y mohíno
el ademán,
con que dábamos la espalda a la casa de piedra de mi padre
para ondear faldas floreadas
y de luz
en nuestro puerto desecado.
Por primera vez
y sin nodriza,
bordeábamos la arcada de la tarde,
todo para no ver
las manos de piedra de mi padre
oscureciéndolo todo,
sus palabras de piedra y cascarrina
lloviendo en el jardín de la sequía.
Y nosotras en fuga hacia calles blanqueadas
y farándula de mediodía
y ellos repitiendo
en la puerta de piedra:
catorce años,
falda corta,
zapatos rojos sin usar.
Éramos en avidez musical
y de fasto
y malabares,
ante la lustrosa acera,
antes de quedarnos parados
y sin voz
para ver la desolada estampa,
la ruina.
Pues el silencio,
que no el bullicio de los días,
atraviesa.
El silencio,
que son treinta y dos ataúdes
vacíos y blancos.
© 2002, Andrea Cote Botero
From: Puerto calcinado
Publisher: Universidad Externado de Colombia, Bogotá
From: Puerto calcinado
Publisher: Universidad Externado de Colombia, Bogotá
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CASA DE PIEDRA
Era corrientey deslucido
y mohíno
el ademán,
con que dábamos la espalda a la casa de piedra de mi padre
para ondear faldas floreadas
y de luz
en nuestro puerto desecado.
Por primera vez
y sin nodriza,
bordeábamos la arcada de la tarde,
todo para no ver
las manos de piedra de mi padre
oscureciéndolo todo,
sus palabras de piedra y cascarrina
lloviendo en el jardín de la sequía.
Y nosotras en fuga hacia calles blanqueadas
y farándula de mediodía
y ellos repitiendo
en la puerta de piedra:
catorce años,
falda corta,
zapatos rojos sin usar.
Éramos en avidez musical
y de fasto
y malabares,
ante la lustrosa acera,
antes de quedarnos parados
y sin voz
para ver la desolada estampa,
la ruina.
Pues el silencio,
que no el bullicio de los días,
atraviesa.
El silencio,
que son treinta y dos ataúdes
vacíos y blancos.
From: Puerto calcinado
THE STONE HOUSE
It was commonand dull
and peeved
that gesture
with which we turned our backs to the stone house of my father
to wave flowery skirts
of light
in our dried up port.
For the first time
and without a nurse
we skirted the arcade of the afternoon,
all of that not to see
the hands of stone of my father,
darkening everything,
grasping everything,
his words of stone
and hail
raining on the garden of the drought.
And we running away toward whitened streets
and the noon time show
and they repeating
in the door of stone:
fourteen years old,
short skirts,
red unused shoes.
We were eager for music
and splendor
and juggling,
facing the shiny sidewalk,
before we stayed put
and voiceless
to see the desolate print,
the ruins.
For it is the silence
and not the bustle of the days
that goes through.
The silence,
which is thirty two coffins
empty and white.
© 2005, Nicolás Suescún
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